12 de diciembre de 2020
Queridos y Queridas colegas,
en estos días de melancolía interminable, no pudimos parar ni un instante de tener presente a Oscar en sus más variadas formas. Es que Oscar se nos aparecía (antes y ahora) de maneras múltiples y maravillosas. Me tocó, desde el primer momento de la noticia, trabajar en comunicaciones diversas. Dejé para luego este mensaje desde el Instituto, quizás para evitar la pura formalidad y acercarme desde el afecto: él era muy afectuoso y dedicado con todo lo concerniente al Instituto. Como sabrán, el Instituto lo tuvo como su promotor principal. Junto con Mónica Kirchheimer y Federico Buján, le propusimos allá por 2010-2011 la creación e hicimos el reglamento cuando él era Decano y, como siempre sucedió, él nos llenó de confianza para hacerlo. El Instituto se puso en marcha en 2013, él mismo fue su primer director normalizador durante la gestión de Marita Soto, y siempre se involucró en su impulso: actualmente participaba de su Comité Académico y era Coordinador del área de Mediatizaciones. Por eso desde el Instituto lo tendremos presente para siempre.
Todos tenemos una (o muchas!) anécdotas Traversa. Los/as invito a recordarlo contando un momento con él. La pueden escribir y compartir debajo de este correo.
Les dejo la mía, que es una de mis primeras impresiones de cuando lo conocí, o más bien la primera. Era 1998, yo cursaba una maestría en la que él dictaba el seminario Teorías Semióticas. Tenía una gran expectativa, ya que era mi primer acercamiento a los autores de la semiótica que conocía solo por textos fotocopiados. Traversa, poco antes, había publicado como libro su tesis doctoral: Cuerpos de Papel. Entró al aula, con su portafolios y una gran bolsa, desproporcionada (a mi entender) para una clase de semiótica. “¿Qué va a hacer este tipo?”, pensé. En esa época no existía el cañón proyector: el aula solo contaba con un enorme pizarrón verde que ocupaba todo el ancho del recinto. Oscar abrió la bolsa y sacó cosas: un enorme rollo de hilo sisal, broches de ropa, unas cartulinas…. Clavó cuatro chinches grandes en el pizarrón, cada 2 metros aproximadamente, aprovechando su anchura. Luego envolvió con hilo una chinche y extendió el carretel hasta la siguiente chinche, y así generó una suerte de tendedero extenso sobre la pizarra. Tomó los broches de ropa y colgó una por una cada cartulina que contenía, en imágenes ampliadas, las publicidades de jabones, talco, pasta dental, analgésicos, de los años 1920s, 1930s, 1940 que él había analizado en su tesis. Yo (perplejo) solo veía publicidades viejas y él nos pidió que las comparemos. Recuerdo (físicamente) cómo nuestra mudez descriptiva él la fue cambiando por certeras propiedades significantes que estaban ahí, delante de nuestros ojos, y -semiótica mediante- vimos “aparecer” (estaban ahí!) en las cartulinas. No solo nos enseñó la aplicación de los procesos narrativos en publicidades de productos de tocador. Yo sentí que esa persona no tenía obstáculos para enseñar, que podía transformar nuestra visión de cosas simples (hilo sisal y broches, publicidades de dentífricos) en resultados de sofisticados procesos, y que de ahí nadie salía sin saber.
Hasta siempre Oscar.
Gastón Cingolani
12 de diciembre
Mi trato con Oscar fue poco extenso y poco intenso. La última charla que tuve con él en marzo de este año, hablando de la tetralogía de Wagner y de su relación con la filosofía de Schopenhauer, me impactó la analogía que hizo entre las primeridades, secundidades y terceridades de Peirce y las virtudes teologales. Pocas personas tienen esa amplitud y vivacidad conceptual que lleva de un campo a otro de la cultura y del saber como un pez en la arena.
Si tengo que definir en una palabra la primera impresión que siempre, directa o indirectamente, me corroboró, elijo: generosidad.-
Alberto Stabile
12 de diciembre
Alberto te agradezco profundamente tu correo y te deseo lo mejor
Federico Moré Bignozzi Traversa
12 de diciembre
Hola a todes.
No voy a preguntar cómo están porque, cómo escribió Gastón, son días de melancolía y llanto interminable.
En lo personal, lo primero que entendí con Traversa es que no se trata de enseñar, se trata de compartir y de facilitar. Como me dijo Sergio el otro día: todo con él se tejía parte de una gran conversación. En mi experiencia, OT siempre fue un gran facilitador, una persona capaz de encender la curiosidad y de compartir herramientas para optimizar el tránsito por distintos desafíos y procesos.
Su partida me tomó por sorpresa y creo que ni siquiera pude todavía procesarla, algo que prueba también el impacto que su existencia tuvo dentro del espacio académico, de esa casita violeta que fundó y se ocupó de hacer nuestra.
Una vez le dije (y menos mal que me animé a hacerlo) que él me había devuelto la esperanza en la academia, ese lugar que tantas veces es hostil y cuyo sistema tiende a impulsar la mezquindad y el destrato. Y se rió, y después me dijo gracias, como el día que Gastón le dijo que yo era su fan número 1, aunque esa vez agregó “seguí así, que vas bien”.
Más allá de las anécdotas, Traversa me demostraba con cada intervención, con cada gesto y abrazo, que la academia puede ser un espacio inclusivo, facilitador, generoso y empático. Hay un condimento árabe que se forma a partir de una combinación de especias y ninguna es igual a otra, porque se prepara con “lo mejor de la tienda”. Oscar fue siempre eso, nuestro “ras el hanout”; convirtió todos sus espacios en “lo mejor de la tienda”, de nuestra casita violeta. Hoy siento que mi responsabilidad como la académica que soy (aunque a veces reniegue de eso) es continuar con ese legado, con ese horizonte: ser y hacer espacios en los que seamos siempre la mejor versión de nosotrxs mismxs.
Team OT para siempre
Laura Amarilla
12 de diciembre
Hola a todos,
En estos días leímos o escuchamos muchos recuerdos de Traversa, algunos bastante espectaculares. El mío es bastante más discreto, pero ahí va. En 2016 había mandado un artículo a una revista mexicana de semiótica. Si me lo aceptaban sería la segunda cosa que me publicaban afuera, así que estaba muy nervioso. Pasaron los meses y me lo aceptaron. Ahora me sentía feliz y un poco agrandado (los vaivenes de la inseguridad). A finales de ese año, habrá sido en los últimos días de diciembre, me lo crucé a Oscar en una escalera de Mitre. De la nada, creo que sin saludarme, me dijo que le interesó mi artículo y mencionó algunas ideas para que tuviera en cuenta (en realidad eran correcciones muy precisas que muy gentilmente hizo pasar por sugerencias). Le pregunté cómo fue que había podido leer el artículo y me contó que le habían pedido que haga la revisión: el tema era sobre el videojuego y las ciudades y se ve que no había ningún revisor dispuesto a leerlo (lo que confirma, por si hiciera falta, la eterna predilección de Traversa por los objetos nuevos, extraños o simplemente ignorados por la academia, que a veces parecían entusiasmarlo bastante más aquellos más “nobles” y consagrados de los lenguajes artísticos).
Le di las gracias varias veces y cada uno siguió su camino. La sensación que tuve fue la misma que (creo) tenemos todos en algún momento de la infancia cuando finalmente nos dejan hacer algo solos y sentimos que nos llevamos el mundo por delante, hasta que después descubrimos que todo el tiempo hubo un familiar cerca que nos cuidaba a escondidas. Esta es la imagen de Oscar que más se me vino a la mente estos días. Lo voy a extrañar.
Diego Maté
12 de diciembre
Conocí a Oscar, de modo personal, en el Taller de Tesis de la Maestría en 2018. Antes, sólo lo conocía de nombre y referencia, uno de los grandes de la Semiótica. También había tenido la oportunidad de saber de él por gente muy cercana, que siempre me contaban sobre su generosidad, paciencia, erudición y muchas virtudes más, que ya fueron enumeradas por varios. Los abogados escribiríamos “conforme lo dicho ut supra”, o “de acuerdo con los colegas pre opinantes”, sé que a Oscar le hubiese gustado este comentario de humor sano. Me enteré la noticia, aún no la creo, volviendo a leer uno de sus artículos clásicos: “Traversa, Oscar (2005). Las tapas de los periódicos como dispositivo”, así que la anécdota sobre el hilo sisal y las portadas fue como tenerlo enfrente de nuevo. Respecto de mi Tesis, igual que Oscar Steimberg, Marita, Sergio y otros queridos Profesores, me escuchó, motivó, impulsó, me dio ideas, me sugirió Director, corrigió los primeros resúmenes ejecutivos; muchas de esas ideas estarán allí y funcionará, en parte, como homenaje. Wotán, Zeus y San Pedro, deben estar argumentando con quién de ellos debe estar. Antes o después volveré a verte, hasta siempre Oscar.
Alejandro Siccardi
12 de diciembre
Es poco lo que puedo decir sobre Oscar Traversa, ya que no tuve un trato cercano. Sin embargo, habita en mí una paradoja, me siento de luto. ¿Será que sus textos y su presencia en el tercer piso del Área lo erigieron próximo en mi imaginario? La única vez que hablé con él, lo traté “de vos” y cuando tomé conciencia de mis palabras, me avergoncé. No voseo en circunstancias formales, menos cuando se trata de un pope con quien no tuve la oportunidad de vincularme. Él respondió jovial, con interés, acompañando el entusiasmo que me embargaba. Ese día presentamos un ensayo práctico del voluntariado universitario que construimos en base a una investigación con dirección de la profesora Sofía Vassallo: De UNA, taller de apreciación y experimentación con lenguajes artísticos para adultos mayores de CABA. Sofi siempre habló con mucho afecto y admiración sobre Oscar, quizás ese haya sido el impulso que me lanzó a romper barreras con él instantáneamente. Me quedo con el recuerdo ameno de “un genio piola”. Valoro esta casa por el ambiente familiar y, con la partida de uno de sus padres, me uno en la orfandad.
Abrazo a todos.
Mariela Langdon
12 de diciembre
Gracias Gastón por la propuesta y gracias a quienes ya compartieron. Voy a sumar un recuerdo muy breve, que, creo, enlaza con otros recuerdos que ya se han dicho.
Un día me encontré con Oscar, con Traversa, con OT, antes de compartir un viaje. Me sorprendió mucho su equipaje; mejor dicho, la prácticamente ausencia de equipaje en sus manos. Un maletín no muy distinto al que podía llevar a Crítica (quizás era el mismo). Todo el equipaje de Oscar era, con suerte, un cuarto del mío.
Oscar andaba liviano. Ningún peso demás para acotar la libertad de movimiento, ni la propia ni la de los demás, nunca cargaba demás. La elegancia cómoda, austera, levemente disruptiva. La palabra precisa, rigurosa, afable. Había algo que se repetía en ese clima, en ese marco que armaba para cada conversación: la sensación de comodidad y liviandad, aún para la diferencia, la corrección o la polémica.
Sí, lo vamos a extrañar.
Abrazos,
Sergio Ramos
12 de diciembre
Hola! Antes que nada, agradezco yo también que Gastón haya abierto esta ronda para poder seguir hablando sobre Oscar Traversa y de esta forma ir transitando este duelo que nos toca a todos. Algunos venimos recorriendo las redes: compartimos su foto, leemos y comentamos la foto que otros compartieron, ponemos corazón en todos los posteos. Pero esto es más íntimo, más familiar. No lo tuve como docente, sin embargo su presencia jamás pasó desapercibida. Estaba en todos los eventos, en todas las reuniones de Crítica; siempre aportaba preguntas, comentarios, de un modo tan gentil, con un entusiasmo tan contagioso. Él hablaba y se lo sentía cercano, aunque no se lo conociera de manera directa. Un ser muy especial, sin ninguna duda, tal es así que su desaparición física nos afectó profundamente, a pesar de que, en mi caso (como Mariela, como Alberto), haya hablado con él una sola vez.
Me acuerdo en particular dos momentos. El primero fue cuando nos visitó Liliana Porter y le tocó dialogar con Oscar. Me impactó algo que él dijo sobre la poesía en relación con la polisemia; me transmitió la certeza de estar estudiando en el lugar que quería, lo cité en varios trabajos! El otro, más próximo en todo sentido, fue en septiembre del año pasado, cuando tuve el gusto de compartir la mesa grande de la biblioteca con él en el coloquio que organizaba mi equipo de investigación. Se acercó a hablarme, después de la reunión, se interesó en mi trabajo! Yo no lo podía creer, era Oscar Traversa, y me hablaba como si me conociera desde siempre. Volví a mi casa con una felicidad desbordante. Como dice Gastón, sigue presente. Como dice Galeano, recordar es volver a pasar por el corazón. Sigamos recordándolo, entonces, porque se lo extraña mucho.
Abrazo grande.
Rose Marie Guarino
13 de diciembre
Bueno, sí, Gastón. En todo caso nos agarró así, en medio de este horror al que sumamos una tristeza que no se va a ir porque es de esas que nos cambian la vida, y no es que esté diciendo “lo inesperado de la noticia”, sino porque mañana o pasado o en el mes de marzo o en mayo no vamos a contar con su voz, su prestancia entre porteña y parisina debatiendo, conversando, ampliando el horizonte de las propias ideas o creencias, sobre qué importa qué, si no va a estar, aunque siempre voy a hablar con él cuando piense en lo que tengo que pensar.
Una vez lo vi partir de viaje a un congreso a Europa y volverse a la noche, como un aparecido, a su casa, porque, habiéndose dormido en el pre embarque por el cansancio de escribir hasta último momento, el avión se fue sin él; pero igual, al otro día salió y , cuando volvió del congreso, trajo, -como solía hacer- las noticias fuertes sobre qué había que ponerse a leer y entonces, todos los del grupo de investigación nos pusimos a estudiar Luhmann, aún antes que recalara en Sociología; como otras tantas veces, adelantándose en lo importante, sin medrar en el esfuerzo, porque así fue como hizo crecer proyectos y, a veces, rudos coloquios pero siempre con bonhomía, y siempre buscando una voz local en el concierto más amplio del campo intelectual.
Bueno, Oscar, ya ves, lo importante tal vez no sean los dispositivos sino los “modelos vinculares”. O, a lo mejor, “el modelo vincular de la comunicación plena” es un maravilloso dispositivo que nos permita reencontrarnos. Sí, sí, sí; aquí, Oscar. Hace tanto que nos conocemos, que voy con vos, porque al fin los ríos van a la mar, y, esta vez, te quedaste dormido, pero más dormido, más profundo
Carla Ornani
13 de diciembre
Hola:
Por suerte estoy llena de momentos de intensísima felicidad compartidos con Oscar. Eso me sostiene ahora. Y como muchos acá agradezco su enoooorme capacidad inclusiva. No sé qué rara alquimia tenía Oscar que lograba que personas muy diferentes y con intereses muy heterogéneos coincidieran, sin embargo, en tránsitos comunes sin solicitarles resignar sus peculiaridades. Y su mirada siempre desde perspectivas que me hacían sacudir las rudezas de los esquematismos. Y qué alegría compartir la cátedra con él: impresionante el interés y la escucha atenta de los trabajos de alumnos de grado. No quiero ser solemne pero engrandenció y ennobleció su campo: la tarea de investigación, el IIEAC es un claro ejemplo-recuerdo vívidamente los momentos fundacionales del IIEAC que mencionás Gastón- y también el CEAGRO, las difusión editorial con Figuraciones, la formación de recursos humanos, los caminos pedagógicos y las instituciones educativas. Todos proyectos de una generosa inclusividad. Un grande.
M. Silvina Tatavitto
13 de diciembre
Un animal político
Eran los tiempos en que ATCA y otras áreas del entonces IUNA funcionaban en la calle Yatay
Una mañana estábamos mateando con los compas y surgió la idea de que yo les de clases de guitarra en el marco de un taller gratuito a la comunidad en principio universitaria
Para eso había que pedir permisos puesto q el taller se llevaría a cabo en horario y lugar de trabajo . Alguien tenía q comunicarlo,y si bien yo había ingresado a la Institución de la mano de Oscar era muy nuevo y no entendía mucho aun ,y a decir verdad no me daba pedir semejante cosa
Así fue q un compañero de Audiovisuales (Alejandro) tomó un mate haciendo ruido,se acomodó la camisa y se largó rumbo a Crítica para decirle a “Traversa” nuestra idea.
Media hora más tarde me estaban llamando de compras y de RRHH para ultimar detalles de la compra de dos guitarras que Oscar había autorizado para el taller y coordinar días y horarios para las clases Eso era Oscar, de un animal político,un tipo respetable, siempre con una oreja para cada situación dando una mano a qué solucionando cualquier inconveniente institucional y hasta los personales
La sensación en el aire es que se va una persona que lo sabía todo y, lo compartía y para aquellos/as que lo conocimos fuera de las aulas nos queda esa sensación amigo paternal que te envuelve de experiencias y aprendizajes, quizás sea eso que te dejan los gigantes del tiempo que aparecen en el camino.
Chau Óscar te abrazo fuerte donde quiera que estés y te acompaño con una música eterna
Hasta siempre y gracias Oscar!!!!!
Mauricio Monzón
13 de diciembre
Conocí a Oscar en 2005, cuando Carla Ornani me avisó de que se abría concurso en Artes (FFyL, UBA) para Teoría y Medios de la Comunicación, materia de la cual él era Titular. Comencé a dar clases allí y al año o dos me integré a su grupo de investigación de la UNA, en el que me alegra haber permanecido hasta que este año no pudimos reunirnos por pandemia y otras yerbas. En la cátedra, con un programa que era (y es) un placer total y en el grupo, aprendí muchísimas cosas, de las cuales solo una parte eran conceptos, teorías, métodos. Por ejemplo, durante los primeros años, en que abordábamos el concepto de dispositivo y sus posibles aplicaciones, Oscar me dio la primera lección al afirmar un día: “no sé si voy a seguir utilizando ese nombre; lo estudiamos, pero podemos dejarlo o cambiarlo”. Ahí aprendí que el enamoramiento de las teorías, conceptos, categorías, métodos, ayuda porque aporta pasión analítica, pero que no debe ser tan grande como para no permitirnos abandonarlos cuando se tornan un impedimento para nuevas ideas. Otra vez dijo (aproximadamente): “Yo, que viví en la escasez, aprecio la cultura actual, la cultura de la proliferación”. Para mí, temperamento melancólico que miraba siempre para atrás, fue un cambio de perspectiva. Conocerlo modificó mi pensamiento, hizo que atendiera a cosas en las que no había reparado y que repensara otras. Le debo mucho.
Estos días escribí y dije muchas cosas que aprecio de Oscar: su entusiasmo, su originalidad en el pensar, su corrección precisa, su humor y sus anécdotas, su pasión vital, su dandismo encantador. No había hecho especial hincapié en su generosidad, palabra que apareció en muchos comentarios de allegados. ¡Es que en mi soberbia había tomado naturalmente el regalo de confianza, afecto y respecto intelectual que Oscar me dispensó desde los primeros tiempos, como a tantos otros!
Haberlo visto con regularidad todos estos años fue una parte importante de mi vida académica y social, que compartí con mis compañeres de antes y actuales. En el grupo pensábamos, dialogábamos, comíamos, tomábamos mate, nos reíamos…siempre bajo la mirada atenta, e interesada de Oscar. En mi mente, esas reuniones siempre fueron luminosas, aunque lloviera.
Cuando leí a la pasada “Oscar Traversa…2020” fue un golpazo, y mi mayor dolor en ese momento fue no haberle mandado el índice de mi proyecto, que él esperaba porque -me dijo- intuía que era muy ambicioso e impracticable. Por supuesto, tenía razón, y cada día yo escribía en el papel de las cosas para hacer “INDICE OSCAR” y lo iba peloteando para cuando tuviera tiempo…
El día que falleció, me encontré a la noche, tristísima, pero de pronto sonriendo o riéndome ante algún recuerdo. Oscar habrá tenido enojos, angustias, depresiones, pero yo no recuerdo ni un día en que no se le notara el disfrute de la vida.
¡Hasta siempre, querido Oscar! Te extrañamos.
Amparo Rocha
13 de diciembre
Aquí van unas palabras que ya compartí por Facebook. Lo que puedo sumar entre las mil anécdotas y recuerdos de momentos compartidos con Oscar, es que hace unos días me llamó, en vísperas de la charla de presentación de Loïe n°7 . Por su voz se lo notaba muy, muy débil pero su sentido de responsabilidad y grandiosa generosidad no le permitieron dejar de avisarme que no podría participar esta vez.
“Yo tenía 22 años cuando conocí a Oscar Traversa en la carrera de Comunicación Social de la UBA. Nos hablaba de dispositivos y transposiciones y, sin entender demasiado todavía, intuía que esas ideas iban por un camino que desafiaba el sentido común invitándonos a pensar de otro modo. Sentí una afinidad estilística con eso que él nos explicaba, aún sin entenderlo del todo.
Así que a los 23 años pasé todas mis mañanas de sábado en reuniones de formación con el equipo de Traversa. Como cuenta Damián Fraticelli, él desplegaba una vitalidad contagiosa, tanto que en la segunda o tercer reunión me ofrecí para exponer un fragmento del Diccionario Enciclopédico de las Ciencias del Lenguaje de Ducrot y Todorov, y y lo hice al sábado siguiente con bastante nerviosismo pues apenas comencé a hablar caí en la cuenta de que con los morfemas y fonemas estaba hablando de cosas difíciles, demasiado elevadas para mí y más para recitarlas a viva voz ante ese grupo que me escuchaba con paciencia. En primera fila estaba la sonrisa de Oscar, esa que siempre acompañó al “principiante”, sin faltar nunca.
Años más tarde la sonrisa fue mía cuando recibí un llamado telefónico de Traversa para invitarme a formar parte de otro equipo docente, el que fundaría la carrera de Crítica de Artes de la UNA.
Siempre empujándome e incluso arrastrándome si era necesario. Confrontando mis excusas y quejas juveniles (yo siempre tenía alguna nueva) por lo arduo que resultó ser la tarea de investigación, para mí que todavía gozaba de una etapa adolescente que no quería abandonarme. Él me decía que todo eso no era más que un obstáculo y que cualquier obstáculo, por su misma naturaleza, es algo que se puede superar. Siempre lo intente pero nunca encontré la forma de refutarle ese argumento.
Todos los que crecimos y nos formamos con Oscar Traversa sabemos cuánto de él hay en cada palabra que escribimos y pronunciamos, en cada paper y en cada clase. Pero los que crean que con este maestro todo era sacrificio matinal y trabajo, deben saber que los asados que organizaba en su terraza en las noches de verano, albergaron escenas en las que se mezclaba eso que solo se aprende cuando compartis un momento de vida con alguien que sabe vivir (está de más decir que fue un excelentísimo anfitrión y asador).
Fue un Maestro y un Amigo, y para nada importa que esto suene a cliché.”
Susana Temperley
13 de diciembre
Me resulta realmente emocionante, en un momento de tanta tristeza, leer estos mensajes. Muchas gracias Gastón por habilitar el espacio.
De Oscar tengo muy presentes dos de mis últimas experiencias como estudiante. La primera fue en el taller de proyecto de graduación que él daba con Silvina, año 2011. Yo venía medio indeciso respecto de cómo encarar ese recorrido, y había empezado a preparar dos versiones, una más “académica” y otra con la cual me sentía un poco más cómodo, escribiendo en primera persona sobre el avance del trabajo a medida que lo iba desarrollando. Pero era algo que hacía más para mí, no era la versión “oficial”. La cuestión es que lo mencioné en clase y me pidieron que leyera ambas versiones. Oscar le puso un nombre: “lo mejor es que sigas con ese formato de bitácora”. Y siempre se acordó de eso en años posteriores, siempre me lo mencionaba. Me ponía muy feliz saber que Oscar, con su trayectoria gigante, con sus proyectos en múltiples espacios, se acordara de esas cosas pequeñas.
Una segunda imagen que viene a mi mente es la del taller de tesis, ya en la maestría. Yo llevaba un montón de texto impreso para exponer en clase. Le di una copia a Oscar pero él no la necesitaba. Él simplemente escuchaba las exposiciones, a veces cerrando los ojos, y ni bien terminada cada exposición ya tenía elaborada una devolución exacta sobre qué partes había que trabajar, y cómo trabajarlas. Disfrutaba mucho observar cuando hacía eso.
Obviamente sin llegar a conocerlo como lo conocieron otros colegas aquí, también integré como estudiante el Consejo de Carrera cuando él era decano. Y allí, en ese rol político, Traversa seguía siendo Traversa: brillante, original, lleno de impulso y entusiasmo. Siempre me impresionó su elegancia, su soltura, su libertad, su sentido del humor, su conversación generosa. Hablar con Traversa (en una clase, en una reunión, en un pasillo, donde fuera) me hacía sentir bien. Voy a extrañarlo mucho, voy a extrañar mucho escucharlo.
Gracias por todo, Oscar.
Julián Tonelli
13 de diciembre
14 de noviembre de 2002, fecha que ingrese al IUNA (así se llamaba por ese entonces), ese día conocí a Oscar en la Aduana… se estaban creando las tres unidades académicas Crítica, Multimedia y Audiovisuales y yo estaba convocada para ser asistente administrativo de las tres aéreas y así fue durante un año hasta que en noviembre del 2003 me citaron desde Rectorado a una reunión, entre a la secretaria general y allí estaba Oscar con Chacho De Rosse, quien me dijo: Oscar quiere decirte algo… y con su inconfundible voz me miro y me dijo “quiero que seas parte de mi gestión en Crítica, quiero y te elijo como Secretaria Económico Financiero y así fue, con él aprendí a gestionar, con él aprendí a no tenerle miedo a las tomas ( cosa frecuente en años en la Universidad) , con sus consejos eternos, con su calidez y su tremenda generosidad crecí profesionalmente al lado de él…al lado del Dr Traversa, al lado de OT ( cosa curiosa nunca lo pude tutear, nunca)…
Tanto para agradecerte mi querido OT, tanto te voy a extrañar…ahora quedan los recuerdos, las anécdotas, tus frases….
Hasta siempre mi querido Oscar
Liliana Serrichio
13 de diciembre
Mi momento es reciente. Se remonta a febrero de este año. A principios de ese mes nos encontramos Sergio, Oscar y yo en el Instituto, El objetivo era ver si podía colaborar con Oscar para que visitara los archivos del Reina Sofía en Madrid. Él iba a estar en marzo en esa ciudad. Yo iba a viajar también, por una estancia de investigación y unos congresos en los que iba a participar. Se inició entonces un intercambio preciado y riquísimo para mí, primero en persona y luego por mail. Oscar me explicó que estaba trabajando sobre Salomé y su transposición a diversos formatos. Y quería investigar en el Reina Sofía, en relación a una muestra que el museo había desarrollado en la década del noventa. Me quedé escuchándolo ese día lo más que pude. Y fue para mí una clase extraordinaria. Ya lo saben: me encontré con un espíritu abierto, inquieto, investigativo. Con una enorme pasión por conocer y seguir aprendiendo. Mandé algunos mails al Reina Sofía y lo puse en contacto con las personas que conozco allá. Y me dijeron que lo esperaban con gusto. Oscar me envió algunos textos en los que estaba trabajando. Él me ofreció generosamente enviármelos. Y acepté sin dudarlo ni un momento.
Hablamos incluso en ese momento de vernos en Madrid, cuando coincidiéramos.
Nuestro encuentro no ocurrió, por motivos conocidos.
Solamente quisiera agregar que a su pérdida, se va sumando paulatinamente la de una generación extraordinaria que vivía la academia y la relación con el conocimiento de otra manera. Una generación dotada de una erudición exhaustiva, lejos de la burocracia y la obsesión de publicar en revistas del Grupo 1, sin preocuparse por el factor de impacto de las revistas científicas en las que publicaran.
Ojalá podamos retomar algo de ese legado y seguir trabajando bajo la impronta que él nos deja.
Maximiliano De la Puente
13 de diciembre
¡Una buena sugerencia la de los recuerdos de muchos de los profesores y alumnos sobre Oscar Traversa!
Creo que a mí me pasó, como casi todos, que la noticia de la partida de Oscar me sorprendió y de inmediato me invadió una tristeza por la lamentable pérdida de una personalidad intelectual tan apreciada por colegas y alumnos de Crítica de Arte y de distintos ámbitos académicos del país y de la actividad semiótica en el exterior. La noticia me llegó por la Asociación Semiótica Argentina, que él presidía.
Recuerdo muy bien a Oscar Traversa, él fue quien generosamente me invitó y permitió que ingresara como profesor a la Carrera de Crítica de Arte. La primera entrevista con él fue en un almuerzo en el restaurant de un Supermercado cercano a la primera sede de la Carrera de Crítica, que en ese entonces funcionaba como una Especialización de dos años y yo pude entrar a trabajar en el Taller de Escritura crítica de esa actividad gracias a su generosidad y apoyo para esa tarea. Para mí que venía de las Letras y de Filosofía y Letras de Puán fue un nuevo mundo que se abría, allí conocí a otro maestro, Oscar Steimberg, amigo de y Compañero académico de Traversa y otros afables colegas, luego a Marita Soto, a Gastón, perdón si no nombro a todos.
Para mí fue muy estimulante ver cómo se iniciaba la carrera de Crítica de Artes, a la cual me incorporé como profesor del Taller de Escritura Crítica en segundo y tercer año. Tuve que trabajar en el proyecto de un programa de actividades y en su marco teórico, el apoyo intelectual y de guía institucional de Traversa fue fundamental en esa etapa y en la consolidación de esta actividad durante los años siguientes. Casi siempre pasaba a verlo a su despacho y manteníamos un diálogo entusiasta con él. Por eso lo recuerdo como un referente profesional generoso, interesado por la otredad de uno y un excelente comunicador de sus saberes, por cierto, no solo en las conversaciones sino también en las lecturas de sus libros, artículos y en sus intervenciones en Jornadas y eventos académicos. Un gran y admirable orador.
En uno de mis viajes a Italia, le traje de obsequio una grappa añeja del Véneto y me agradeció la ocurrencia con satisfacción y recuerdo que me dijo que él no tomaba bebidas como el whisky que prefería los alcoholes provenientes de la uva. Otra vez le traje un mate de Uruguay, forrado en cuero con bombilla. El año pasado en un encuentro en los pasillos de Mitre, hablamos unos minutos antes de entrar a una clase y me dijo que no lo había encontrado al mate, pero que por fin apareció, lo tenía guardado en la cocina de Crítica y lo usaba en las reuniones o en las pausas antes de sus clases. Así que les pido a las autoridades de Crítica que lo guarden y lo tengan presente como “el mate de Oscar Traversa”.
En fin, Oscar, hay muchos e imborrables recuerdos de tus pasos por Crítica, como maestro, compañero y colega.
Va un gran abrazo a donde sea que estés.
Carlos Dámaso Martínez
13 de diciembre
Querides,
más que un recuerdo concreto quiero compartir una muy informal semblanza de lo que OT fue para mí:
Antes de ser mi profe en la UBA, decano de la carrera en la que yo hacía mis primeras herramientas, antes de ser jurado de mi tesis de doc, OT se presentó como un gran charlista.
En el departamento de Congreso que compartían Oscar S. y Marita (al que yo llegaba por mi amistad adolescente con Darío), OT sorprendía con la escena de su conversación. Siempre acompañado de varias copas, entre la franqueza, el desparpajo, la ocurrencia, la mirada afilada, la escucha atenta y la cercanía, OT practicaba una estética del buen vivir en la que cada momento de charla redituaba al instante, más allá de las conclusiones finales de la noche.
Ese gusto por las jugarretas de la palabra, del saber y del placer hoy lo pintan para mí de cuerpo entero. Esa inclinación, que yo comparto con él, hace que su recuerdo sea especialmente bello y cálido.
Les envío un abrazo a todes, y especialmente a les más intimes de OT que hoy seguramente extrañarán los juegos de su palabra.
Federico Baeza
13 de diciembre
Recién recibida me puse de lleno a presentar mi tesis con emoción y vergüenza. En el primer congreso de semiótica al que fui, lo conocí. Yo estaba más atrás de él, podía ver su espalda. Entre la audiencia se rumoreaba que era él. Yo había leído sus textos, incluso habia incluido un capítulo del significante negado en mí tesis: pensaba que era un señor mayor, serio… Increíblemente me encontré con alguien muy enérgico y amigable. Cómo profesor dio clases muy entretenidas y como señalan uds: cuando hablabas con el, te hacía sentir muy bien escuchada. Le presente mí tema de tesis, mostró mucho interés y me dio varios consejos.
Como compañero de trabajo fue siempre muy atento y educado.
La verdad que en estos tiempos es realmente gratificante encontrarse y tener el honor de haber conocido a alguien así.
Su trayectoria, libros y el mail que me escribió cuando me hizo la devolución de mi trabajo de tesis me los guardo como grandes tesoros.
Acompaño a todos en el dolor y a la vez, me siento muy afortunada de ser parte de esto.
¡Gracias Oscar! Y un abrazo muy fuerte a sus colegas y amigos más cercanos.
Saludos,
Luciana Pinotti
14 de diciembre
Se hacen muy difíciles este año las despedidas a la distancia.
Oscar Traversa me abrió las puertas de Crítica y sentí que me tiraban una alfombra roja debajo de los pies.
Un ser generoso y curioso que, pese a su erudición, disfrutaba de ser y declararse “espectador inexperto”.
Fui inexperta frente a él, ya que sinceramente no lo conocía y esa generosidad marcó todos nuestros contactos.
Divertido, galante, gozoso, manifestaba una mirada oblicua que permitía siempre nuevos puntos de vista.
Nunca se desmintió mi primera impresión y esa sensación de salir un poco como flotando luego de los encuentros con él.
Te extrañaremos mucho, Oscar!
Abrazo a todes,
Silvina Szperling
14 de diciembre
Gracias Gastón por este espacio de conmemoración. Ayuda a compensar la imposibilidad de encontrarnos a llorar juntos.
Nunca me imaginé todo lo que desencadenaría en mi vida aquella primera reunión que tuve con Oscar Traversa un domingo lluvioso de diciembre hace dieciocho años atrás. En principio se trataba de integrar el equipo de semiótica y yo con eso ya estaba más que colmada. Pero, además, OT nos convocaba a participar de una obra colectiva, la fundación del Área Transdepartamental de Crítica de Artes. Desde el principio, entramó un equipo plural, heterogéneo que animaba a cada uno de sus integrantes a poner lo mejor de sí y hacía sentir a todos lo importante que era su aporte para el funcionamiento del conjunto. En esta misión de fundar no había tareas insignificantes y tampoco después. Comparto plenamente las palabras de Silvina respecto de la inclusividad de los equipos de Oscar, no se decía inclusivo, lo era efectiva y profundamente. Transitaba cómodamente mundos diversos, en una misma charla podía incluir a Alberto Methol Ferré, al quiosquero de la esquina, a Liliana Porter y a Juan Manuel Fangio. Su trato era familiar y afectuoso con todos los trabajadores del Área. Además de su gran elocuencia, tenía una enorme capacidad de escucha, como tan bien ilustró Mauri. Encaraba cualquier crítica comenzando por destacar fortalezas. Así fue que, enseguida se produjo sentido de pertenencia, orgullo de ser parte de la comunidad de Crítica, identidad institucional.
Recuerdo el meticuloso trabajo de la comisión del plan de estudios, la manifiesta preocupación de Oscar por la viabilidad y sustentabilidad de las propuestas y la permanente consideración de las necesidades de los estudiantes. Mientras, yo reflexionaba para mis adentros “ojalá alguien hubiera pensado en mí así cuando diseñaban el plan de estudio de mi carrera de grado”.
OT fue un maestro de la gestión de la cosa pública, de los oficios de la docencia y la investigación. Como Alberto, y varios compañeros más han señalado, su extraordinaria generosidad es otro de sus rasgos distintivos. Nos mostró las exclusas que regulan los flujos del campo académico, nos condujo en el desarrollo de herramientas y estrategias para sortearlas sin tener que negarnos a nosotros mismos. Con él aprendimos a diseñar los programas de las materias, a redactar resúmenes, artículos, a preparar las clases para los concursos docentes o la presentación de ponencias para congresos. Para él no había temas menores, disfrutaba transitar los bordes, tensionar los campos y nos animaba a hacerlo.
Gracias a Oscar conocí a dos grandes compañeros que partieron antes que él: Carlos Prieto (con quien tuve el honor de compartir equipos de investigación y de cátedra durante una década) y Julio Cardoso (quien me desafió a “entrarle al entrevero de Malvinas”). Gracias a Oscar dicto Metodología y Técnicas de la Investigación con los grosos de Silvina Tatavitto y Domin Choi.
Tuvimos el honor de ser testigos de sus diversos modos de celebrar el arte y la vida cada día, de sus plantas, su inigualable jardín-bosque-selva en una terraza del centro de Buenos Aires, sus recetas y tips de cocina. Junto a él hemos vivido momentos de felicidad plena.
Adiós maestro. ¡Gracias por tanto!
Va un abrazo inmenso para María Rosa, Fede y el resto de la familia y para toda la comunidad de Crítica en este doloroso momento.
María Sofía Vassallo
14 de diciembre
Hola a todxs.
Hace casi exactamente diez años me sumé al equipo docente de la querida Área de Crítica de Artes. Gracias a la tan generosa invitación de Oscar y Nicolás Bermúdez me integré como jtp a la cátedra de Carlos Dámaso Martínez. Oscar no me conocía (Nicolás sí), pero creo que le interesó mi perfil “variopinto”. Siempre estaré enormemente agradecido por esa convocatoria y porque Oscar de inmediato me hizo sentir parte de la casa.
Un dato de color: vivo a la vuelta de una de sus casas del pasado y a seis o siete cuadras de su casa actual. Hemos tenido varias charlas en las veredas de la zona. Oscar ejercía su lucidez hermenéutica también en el análisis de las transformaciones de sus barrios, de sus historias y de sus personajes. Me seguirá habitando la sensación de un inminente encuentro con él cuando pase por la vereda de su casa…
Cierro con un breve momento de pasillo del año pasado. Hacía poco se había recuperado de un problema de salud. Estaba impecable, con su prestancia intacta. “Qué elegante”, le dije. Sonrió y, después de un silencio teatral, me respondió: “Para disimular la decrepitud”. Nos reímos y seguimos conversando. Con una frase levemente perturbadora y aguda (ahora veo la resonancia barroca…), convirtió un cruce de pasillo en algo memorable. Charlar con él era un verdadero lujo que voy a extrañar…
Abrazo fuerte para todxs y uno especial para sus íntimos y familiares,
Marcelo Pitrola
14 de diciembre
En primer lugar, quiero agradecerte muchísimo Gastón por permitirnos expresar estos sentimientos y recuerdos personales con Oscar, que podría decirse que tienen su marca autoral.
De mi parte decir que atravesé diferentes instancias desde que lo conocí a Oscar en un PREU, allá por el 2007 para luego convertirme en estudiante del IUNA (por ese entonces, en la calle Yatay) y así empezar un camino que de verdad transformó mi vida y gran artífice de ese cambio fue él. Conecté con Oscar desde la primera clase; su manejo de los matices en los tonos de voz, en la paciencia… en definitiva, en la transferencia de conocimientos diría que marcó el diferencial en la docencia y en la dinámica universitaria.
Decía que atravesé varias instancias, luego de terminar la carrera de grado me encontraba casi sin rumbo, pero un llamado suyo para que inscribiera en la Maestría y al mismo tiempo que pasara a integrar uno de sus equipos de investigación nuevamente me encarriló. Luego llegó la instancia de la tesis, nadie me ha tenido tanta paciencia como Oscar como la tuvo él con mis cambios de objetos, de temas, de problemas y demás cuestiones vinculadas al proyecto. Proyecto que me ha quedado inconcluso, trunco y que no pude comunicarle mi decisión final con respecto a todo esto. También recuerdo muchos encuentros sociales en los que sacaba a relucir su costado memorioso, que lo llevaba a preguntar por proyectos o emprendimientos personales de cada unx de los que estaban presentes. Es así que también alcancé la última instancia, la de la amistad.
Oscar fue para mí un docente, un director de tesis, pero más que nada un amigo. Se lo extraña ya terriblemente, en especial aquello que no podrá ser como las reuniones de todos los martes (discontinuadas desde marzo por el contexto que nos toca vivir), las reuniones sociales, su humor y como decían su “dandismo”. Nos quedará la huella de su enorme obra, por ahora la orfandad es muy reciente.
Abrazo para todxs,
José Tripodero
14 de diciembre
Gracias Gastón por abrir este tan lindo diálogo. Todas estas anécdotas hacen brotar sonrisas! Leer las historias de aquell@s que lo han conocido hace décadas, como de quienes hace no tanto (como es mi caso) permite seguir conociéndolo, y afirmar las cosas que aquí se repiten. Muchas gracias! Sin lugar a dudas, es el homenaje más hermoso!
¿Qué puedo decir de Oscar? Lo conocí en 2017 en el Taller de Tesis I de la maestría en Crítica y difusión de las Artes. Antes de comenzar su seminario me recorrían el cuerpo dos sentimientos antagónicos: el pánico por estar frente a un gigante de la semiótica y la alegría por ir a visitar al familiar más querido. Todavía no lo conocía y ya sentía un gran cariño por él. Creo que eso nos pasó a tod@s los que estudiamos aquí. Desde los primeros 15 minutos a solas que nos daba a tod@s en cada clase para hablar de nuestras tesis su mirada crítica cambió mi vida. Por eso, nada de lo que escriba hoy será suficiente, pero concluyo mi participación con lo que me sale, naturalmente, una tríada Traversa: el profesor, el investigador y el ser humano.
Como profesor: fue mi faro, al igual que Oscar Steimberg y, por supuesto, Gastón Cingolani. Pero OT, particularmente, modeló el tema de mi tesis, o mejor dicho, me convenció hasta lograr que su noción de discursos intermediarios se vuelvan mi pasión: «yo te dejo la pista, vos tenés que reconstruir el camino» Y me envió uno de sus textos. Así, ya convencida, fui para adelante gracias a él, quien me alentó en cada momento aunque siempre exigiéndome ¡y mucho!«Haceme una breve descripción de la historia de los espacios expositivos, podríamos decir desde las cuevas de Altamira hasta hoy… para ser breves…de una carilla eehhh… no más…. »
«Pues bien…» como investigador voy a repetir lo que han dicho y remarcar su generosidad. Cómo no encontrar fascinante su gran capacidad para hacernos sentir cómod@s y olvidar las jerarquías, para hacer pasar impecables correcciones por sugerencias (como decía Diego Maté). Eso, a tal punto que en un encuentro de pasillo me dijo que estaba pensando en mi tesis para escribir un trabajo y yo, con el corazón explotado, trataba de seguir la discusión teórica disimulando la incontenible alegría. A ese nivel de simetría llegaba nuestro profesor Traversa, aunque bueno, claro, esa simetría habitaba solo en el diálogo, claro está. Traversa, no solo nos enseñaba a trabajar con los objetos que nos apasionan y a sofisticar la mirada, sino que Oscar nos incentivaba a ser creativos, a escaparnos de la norma o, mejor dicho, a jugar con la norma, a disfrutar de la escritura. Siento eso como uno de sus más valiosos legados. Siempre admiraré su estilo exquisito en cada uno de sus trabajos que se han vuelto, para much@s, nuestra guía. En mi caso, lo he citado tantas veces que temo gastarle el nombre.
Como persona… todo eso que ya se ha dicho, su gracia, su humor, su carisma y su elegancia. Me guardo egoístamente su sonrisa y nuestro repetido acting repleto de elogios ante nuestros outfits cada vez que nos encontrábamos en clase, en los pasillos, en el instituto, en mi entonces escritorio en Extensión, o en cualquier lugar del tercer piso de Mitre que Oscar Traversa hacía brillar y hará brillar para siempre.
Te extrañamos mucho.
Aluminé Rosso
14 de diciembre
Durante estos días, tuve un recuerdo de Oscar que se empeñaba en aparecer y que por momentos logró pelearle un lugar a la tristeza. En realidad, más que un recuerdo era una imagen. Una imagen recurrente de las reuniones de investigación que pude compartir con él y con tantos investigadores que, por haber sido formados en su escuela, replicaban quizás sin darse cuenta muchas de las virtudes de su forma de trabajar: respeto en la escucha, generosidad a la hora de compartir aportes y, sobre todo, buen humor para hacer llevadera una práctica densa y, a veces, conflictiva.
En esa imagen que vuelve, lo veo a Oscar sonriendo y asintiendo suavemente mientras escucha la exposición de uno de nosotrxs. Una práctica común que todxs aprendemos a usar para hacer sentir más cómodos a nuestros interlocutores pero que en Oscar se manifestaba de una forma especial. A mitad de camino entre una mueca y una expresión de placer, esa sonrisa era un poco más amplia que las que solemos extender por cortesía, acompañada por un leve cerramiento de los párpados como si estuviera entrando en un estado de ensoñación.
Muchas veces me pregunté qué estaría pasando por su cabeza en esos momentos y quizás nunca tenga la respuesta. Pero me gusta imaginar que en esa sonrisa se encontraban representadas las particularidades más lindas de su forma de ser: la felicidad que le producía participar de una actividad que había elegido siguiendo su deseo, el placer de escuchar a un compañero e hilvanar su imaginación con la suya, la capacidad de prescindir de los prejuicios y las valoraciones y dejarse llevar por el flujo de los discursos.
Gracias Oscar por la vida hermosa que dejás como modelo y a todxs ustedxs por la compañía de estos días.
Nacho Sigal
14 de diciembre
Oscar Traversa fue un maestro inmenso y su ausencia constituye una pérdida irreparable. Me resulta imposible pensar en él sin una enorme alegría y emoción, a pesar de la profunda e inevitable tristeza que actualmente nos conmueve –producto de su partida- a todos quienes tuvimos la oportunidad y el placer de conocerlo.
Pensar en Oscar despliega en mí un sinfín de recuerdos y emociones que se corresponden con distintos momentos compartidos; la invariante, en todos ellos, está dada por su particular intensidad. Es que Oscar era así, vivía así: intensamente, apasionadamente.
Recuerdo mis primeros años como becario del MINCYT bajo su tutela, conversando prácticamente a diario en su despacho, discutiendo el curso de un proyecto de investigación que por aquel entonces implicaba una serie de desarrollos experimentales y que Oscar disfrutaba de pensar como un pequeño laboratorio semiótico: para estudiar las relaciones vinculares, para pensar la especificidad de las prácticas, para indagar en las enigmáticas trayectorias del sentido. Eran tiempos en los que Oscar profundizaba su reflexión sobre las relaciones entre dispositivo y enunciación, a los efectos de enfocar las variantes de la discursividad social (aspecto transversal en su producción intelectual). Lo fascinaba pensar en las dinámicas de permanencia y cambio, las alteraciones de escala, las inflexiones de sentido producto de la circulación… siempre atendiendo a las complejas relaciones que se establecen entre el cuerpo de los actores sociales y la materialidad de las configuraciones discursivas, espacio en el que opera la gestión del contacto, la articulación entre las reglas de producción discursiva y las que corresponden a su instalación social (idea medular que constituye el núcleo conceptual de su noción de dispositivo).
Pero no se trataba simplemente de avanzar hacia una mera formalización de los fenómenos; Oscar se entregaba apasionadamente a una problematización constante de la complejidad inherente a las dinámicas discursivas y a los procesos de producción de sentido, en una praxis epistemológica que se desplegaba en cada encuentro, en cada intercambio, a través del diálogo y la reflexión, contagiando entusiasmo y generando una particular conjunción de erudición y humor, de rigor metodológico y de calidez afectiva.
Recuerdo que cuando estaba definiendo el tema de mi tesis doctoral tuve una larga conversación con Oscar y, en esa reunión, luego de contarme acerca de su propia experiencia personal en dicho dominio, desarrolló de manera exquisita una idea que para mí sería determinante: definir el objeto de estudio implicaba establecer una relación con ese objeto, una relación que demandaría tiempo y esfuerzo, y por eso esa elección debía responder a intereses genuinos para que constituya una tarea verdaderamente gozosa. Desde aquel momento comprendí que Oscar era el mejor director que jamás podría haber tenido; y así lo sigo pensando hoy en día. No sólo trabajábamos en el ámbito del Área de Crítica de Artes de la UNA; siempre que era necesario Oscar me abría las puertas de su casa, me recibía en su despacho, y me brindaba, generosamente, un tiempo invaluable en el que siempre encontraba su escucha atenta, su sonrisa amable y sus observaciones agudas.
Más allá de que en esos momentos iniciales yo ya había tomado algunos seminarios de posgrado vinculados con el campo de la semiótica, nada era comparable con lo que sucedía en cada encuentro con Oscar: se experimentaba en cada reunión de investigación una efervescencia intelectual que abría juego al pensamiento, que ampliaba los horizontes de sentido, que habilitaba otra mirada, otras perspectivas para pensar los problemas de investigación.
Desde 2007 hasta el presente integré sus proyectos de investigación. Creo que tanto para mí como para mis compañeros/as en los equipos de trabajo esa terminó constituyendo una verdadera escuela, una verdadera escuela semiótica: la de Oscar Traversa. Creo que por eso nunca abandoné ese espacio, porque hasta el último de los encuentros que hemos tenido con Oscar, cada semana, cada martes a la mañana en el marco del IIEAC (hasta marzo del presente año de manera presencial), los encuentros no solo eran placenteros sino estimulantes: el diálogo y el debate con Oscar eran apasionantes y uno siempre salía de las reuniones con nuevas ideas y renovado entusiasmo.
No me extenderé en el sinfín de imágenes y recuerdos que vienen a mi memoria. Exceden el ámbito académico, como las cenas y asados en la terraza de su casa, como su hermoso acompañamiento junto con María Rosa en momentos especialmente importantes de mi vida personal (como mi casamiento o el nacimiento de mis hijos), como las largas conversaciones y sobremesas que se desenvolvían sin importar si al día siguiente había que madrugar para el dictado de un seminario o para participar de algún simposio en el marco de algún Congreso. Oscar vivía así: intensamente, apasionadamente, aportando siempre un carácter festivo, y eso lo transmitía a todo su entorno.
Coincido plenamente con Susana: quienes crecimos y nos formamos con Oscar sabemos cuánto de él hay en nosotros. Es que Oscar ha dejado una marca profunda e indeleble en nuestra subjetividad. Me repito, nuevamente: Oscar fue un maestro inmenso. Su pérdida es irreparable, pero la huella de las experiencias compartidas, del afecto y la pasión con las que las imprimió, habitarán por siempre en nosotros. Me reservo nuestras últimas y más recientes conversaciones telefónicas, que atesoraré en mi memoria por siempre como un recuerdo amoroso de su enorme sensibilidad.
Te agradezco Gastón por habilitar este espacio, por permitirnos este intercambio y leer tantos recuerdos, tantos momentos compartidos, en los que se distingue y reconoce esa grandeza de Oscar. Oscar Traversa, “el de los momentos”, el de esos momentos infinitos. Creo que a él le hubiese resultado curiosa esta colección mediatizada de interpretantes personales; seguramente le hubiese gustado discutir el pasaje del fuero íntimo y privado al carácter público que comporta este conjunto de intercambios discursivos, y habría realizado, como siempre, alguna aguda, ingeniosa y jocosa observación.
Abrazo con inmenso cariño a la familia de Oscar en este difícil momento, en su dolor, a mis compañerxs del equipo de investigación sobre Mediatización y Narratividad, y a todxs lxs colegas y amigxs del IIEAC y del Área de Crítica de Artes que ya lo estamos extrañando.
Gracias por todo Oscar, tu generosidad fue inconmensurable y te estaré eternamente agradecido por eso.
Federico Buján
14 de diciembre
Hola a todxs:
Qué espléndido espacio abriste, Gastón, para encontrarnos escribiendo en este momento tan triste.
Leer lo que cada quien está escribiendo mitiga la punzante sensación que provoca la noticia de la desaparición física de Oscar Traversa. Escribir resulta una resistencia a la muerte y me trae a la mente en primer lugar todo lo que afirmaba Oscar sobre la escritura en aquellos primeros tiempos del IUNA, cuando nuestra área empezaba a dar sus primeros pasos y dábamos las iniciales clases de posgrado en bares. Lo recuerdo sosteniendo con sus típicos gestos entusiastas que la escritura es una columna vertebral de la crítica. De metáfora en metáfora, puedo decir que ese enunciado siempre me funciona como un faro.
Scripta manent… Qué bueno que nos queda todo lo que escribió. Me acuerdo, en segundo lugar, de la alegría que generaba Oscar a su alrededor cuando lo vimos volver a los pasillos de Mitre después del tremendo golpe anterior que el cáncer le dio. Me quedé con la impresión de que era una alegría decidida por Oscar, obstinadamente refractario a los bajones, al menos hasta donde yo lo conocí. Estaba tan delgado, parecía tan frágil que me asusté y no sé si se me habrá notado en la cara, junto con la alegría que me daba verlo. Su saludo grande de brazos extendidos y su conversación sobre escrituras y proyectos los sentí como un decidido rechazo de plano a cualquier sentimiento oscuro. Él elegía el entusiasmo e irradiar entusiasmo. Tan obstinadamente vital.
Poco tiempo después me regaló un ejemplar de sus Inflexiones, esa revisión de sus propias escrituras. Volví a ese libro en estos días, solo por reencontrarlo en ese gesto. Releerlo en artículos de diferentes épocas me remonta a la primera vez que lo escuché, en un seminario cuando yo cursaba en UBA la Maestría en Análisis del discurso. Ese piolín suyo que mencionaron frente al pizarrón como “dispositivo” por él creado para exponer un corpus frente a alumnxs me hace acordar de cuánto ese primer estudio con él en persona impactó en mi comprensión de la construcción de subseries discursivas. Recuerdo cómo me llamaba la atención entonces la proliferación de conectores entre sus enunciados, sus “pues bien”, índice de las múltiples conexiones que hacía entre vastísimos campos del saber.
Pues bien, Oscar, gracias por todo. Cuánto te vamos a extrañar y cuánto te vamos a escribir.
Sylvia Nogueira
14 de diciembre
Lo recuerdo a Oscar en una clase de su materia Formatos Mediáticos por allá en 2002 o 2003, en la incipiente especialización en Crítica de Artes, antes que existiera la carrera de grado.
Explicaba algunas de las ideas de Mc Luhan, leía párrafos de La Galaxia Gutenberg acerca de las extensiones del hombre y luego los comentaba, los discutía. Yo conocía la obra de Mc Luhan, sin embargo una idea que no estaba ahí me pareció genial: la autopoiesis de los medios. Pensé que tal vez se debía al recorrido previo de Traversa por las cs biológicas, pero no era sólo eso.
Tardé algunos años más para encontrarme con la obra de Luhmann, a quien Oscar seguramente citó en esa clase y de quien tal vez yo no haya reparado en ese entonces.
Facundo Diéguez
14 de diciembre
Hola a todos y todas.
Mi trato con Oscar fue por lo general en en reuniones colectivas; sin embargo, hace un poco más de dos años tuve un llamado telefónico personal con él que siempre recuerdo. Yo iba a dar una mano con el traslado de una donación de libros que habían hecho para Crítica. Marita me avisó que le había pasado mi celular a Oscar, quien me llamaría para coordinarlo. Sin embargo, Marita me adelantó que Oscar también quería comentarme algo sobre un artículo mío.
El comentario de Marita me dio curiosidad y me generó algo de ansiedad: no sabía de qué artículo me hablaría, ni tampoco qué es lo que tendría para decirme. Poco tardó en llegar el llamado de Oscar: quería contarme que le había gustado mucho un artículo mío sobre narrativas transmediáticas que había leído en un número de LIS, que comentamos brevemente. Y después sí, coordinamos el traslado de los libros.
Me acuerdo de ese gesto por múltiples razones: desde luego, porque siempre es reconfortante que agrade lo que uno escribe; sin embargo, para mí tenía enorme valor que eso viniera de alguien a quien yo consideraba uno de mis maestros. Pero sobre todo, por el gesto de leer, comentar, dar devolución y alentar, sin que nadie se lo pida. Ese llamado fue para mí un momento de aprendizaje en todo sentido; leyendo las historias que cuentan quienes fueron más cercanos a él, encuentro esa misma grandeza de la que todos hablan.
Si bien no estamos hablando en este espacio de su obra, no puedo dejar de reconocer la influencia que ha tenido en mis intereses y en mi manera de trabajar dentro de la semiótica: mi tesina de grado trabajó sobre la figuración del cuerpo; la de doctorado, sobre la noción de dispositivo. Seguir reconociendo su obra (en ambos sentidos del término) será mi manera de homenajearlo y agradecerle.
Abrazos.
Mariano Zelcer
17 de diciembre
¡Hola! Gracias a todos por compartir sus recuerdos y experiencias. No me animaba a compartir algo porque no tuve la suerte de tener a Oscar como profesor, ni conocerlo mucho, pero al igual que la mayoría de nosotros, marcó fuertemente mi recorrido académico.
Este último mail y escuchar la presentación de proyectos de graduación fueron cosas que me motivaron a dar mi pequeño aporte. Soy Lic. en Crítica de Artes y el año pasado me tocó, junto a mis compañeros y amigos, pasar por el proceso del proyecto, en el que tantos profesores de la carrera nos acompañaron. Uno de esos fue Traversa. Nuestro objeto de estudio eran las obras audiovisuales realizadas para pantallas de planetario, específicamente, el dispositivo fulldome. La presencia de él durante el desarrollo del proyecto fue clave, porque fue quien nos animó a salir de nuestra zona de confort haciendo una sugerencia que, al principio me pareció una locura porque no me creía capaz de hacerlo: “Si están estudiando una pantalla cóncava, si la noción de plano ya no sirve, estudien la geometría!”. Y así terminamos, leyendo papers e investigaciones de geometría no-euclidiana, con fórmulas matemáticas que creí que nunca iba a ver en mi vida, pero que fueron extremadamente útiles para nuestro análisis.
Tal vez es una anécdota pequeña, poco interesante, pero siento que mantiene lo que fueron contando durante estos días sobre Oscar: esa capacidad de ver siempre un poco más allá, de nunca subestimar, de animarte a mejorar. Y creo que es algo que se va a mantener siempre en lo que es Crítica de Artes y en quienes atravesamos estos espacios, porque su legado siempre va a estar presente en cada uno de nosotros.
Gracias por habilitar este espacio y gracias a quienes compartieron y me permitieron conocer un poco más de esta historia.
Caterina Niello
17 de diciembre
Muy buenas tardes, querido grupo:
Qué decir de nuestro querido Oscar. Todo lo bueno que pueda decirse y concebirse de un ser humano. Alguien sin igual.
Lo sigo amando como el gran amigo que fue para mí y lo sigo admirando como uno de mis grandes maestros de la vida. Con él compartí mucho estos últimos diez años entre coloquios, clases, caipiriñas, cenas, viajes inolvidables por lugares maravillosos y conversaciones que me han marcado para siempre. Hoy hago fuerza para rememorar una y otra vez esas charlas con él, esas ideas, esos planteos, esas formas, y palabras, para poder mantener la llama viva tanto cuando enseño como cuando investigo.
Tuve la fortuna de compartir con él y María Celia Lavandería todo este último año el armado y el dictado de la asignatura Historia de la lectura y la escritura para la carrera en Artes de la Escritura. Cómo olvidar los ensayos que hacíamos cada lunes por zoom antes de la clase del jueves para consolidar nuestra performance y nutrir nuestras ideas antes de cada encuentro! Ensayábamos con el entusiasmo de estar dando algo por primera vez pero al mismo tiempo aprovechando para afianzar y darle forma a un pensamiento que Oscar venía desarrollando hace tiempo: una meta historia de los procesos de mediatización.
Todo este último tiempo la materia contribuyó a mantenerlo en pie. Él mismo lo decía. Estaba realmente muy pero muy entusiasmado con lo que estábamos logrando. No quiso faltar nunca a ninguna clase. Un día, tras haber pasado toda una noche en la guardia le insistí en que descansara y no se conecte a clase. Llegó a decirme: “voy a estar en la clase. Vos sabés que no me gusta faltar a mi lugar de trabajo”.
Jamás dejará de conmoverme la humildad maravillosa de Oscar Traversa y lo avanzado de su pensamiento. Hasta el último minuto, nunca dejé de aprender de él. Brindo porque hayamos tenido el privilegio de haberlo conocido.
Los abrazo y gracias por haber compartido con tanto afecto recuerdos hermosos.
Manuel Libenson
Oscar Traversa
(2/2/1940-10/12/2020)
Decano del Área Transdepartamental de Crítica de Artes – UNA (2003-2011)
Director normalizador del IIEAC (2013-2014)
Director del Centro de Documentación ‘Prof. Carlos Prieto’ (2014-2018)
Coordinador del área programática ‘Mediatizaciones’ del IIEAC (2014-…)